
Le dije a la tórtola: ¡Pase mi señora!
Y se fue por el medio y medio del otoño por entre los abedules, sobre el río.
Mi ángel de la guardia, con las alas bajo el brazo derecho, en la mano izquierda la calabaza de agua, mirando a la tórtola irse, comentó:
— Cualquier día sin darte cuenta de lo que haces dices: ¡Pase mi señora! y es a tu alma a quien despides como un ave en una mañana de primavera o en un atardecer de otoño.
