Testamento Político de León Trotsky 27 de febrero de 1940 Coyoacán
Estas líneas serán publicadas después de mi muerte.
No tengo necesidad de refutar aquí una vez más las estúpidas y viles calumnias de Stalin y sus agentes: no hay una sola mancha en mi honor revolucionario. Nunca he entrado, ni directa ni indirectamente, en ningún acuerdo secreto detrás de la espalda de la clase obrera. Miles de oponentes de Stalin fueron víctimas de acusaciones similares a las que se lanzaron contra mí. Las nuevas generaciones revolucionarias rehabilitarán su honor político y se encargarán de que los verdugos stalinistas paguen por sus crímenes.
Agradezco calurosamente a los amigos que me fueron leales hasta el último momento. No nombro a ninguno en particular porque no puedo nombrarlos a todos. Sin embargo, considero que debo hacer una excepción con mi compañera, Natalia Ivánovna Sedova. A la felicidad del destino, no solo me fue dado ser un luchador por la causa del socialismo, sino también su esposo. Durante los casi cuarenta años de nuestra vida en común, ella nunca ha flaqueado en su devoción, su bondad y su amor. Ella sufrió grandes penas, especialmente en el último período de nuestras vidas. Pero me consuela el hecho de que también conoció días de felicidad.
Durante cuarenta y tres años de mi vida consciente he sido un revolucionario; durante cuarenta y dos he luchado bajo la bandera del marxismo. Si tuviera que empezar todo de nuevo, trataría, por supuesto, de evitar este o aquel error, pero el curso principal de mi vida permanecería inalterado. Moriré como un proletario revolucionario, un marxista, un dialéctico materialista y, en consecuencia, un ateo irreconciliable. Mi fe en el futuro comunista de la humanidad no es menos ardiente, sino, por el contrario, más firme hoy que en los días de mi juventud.
Natalia acaba de salir al patio desde mi cuarto, hacia la entrada, y ha abierto la ventana para que el aire pueda entrar libremente a mi habitación. Puedo ver la franja verde brillante de hierba junto al muro, y el cielo claro y azul sobre él, y la luz del sol en todas partes. La vida es bella. Que las generaciones futuras la libren de todo mal, opresión y violencia, y la disfruten plenamente.
El 21 de agosto de 1940 fue asesinado por orden de Stalin
León Trotski